Dos jornadas han pasado desde mi anterior recapitulativo y dentro algo más de 4 horas saldremos de Buenos Aires en dirección de Posadas, a 12h de autobús en el norte.
La mañana que pasamos en La Boca (mañana del domingo) transcurrió sin más percances. El barrio, en su conjunto, es uno de los más desheredados de la capital: todos los guías y oficinas de turismo desaconsejan pasearse de noche e, incluso de día, los propios habitantes te avisan de no alejarte de El Caminito, conjunto de 2 o 3 calles tipo “Walt Disney” para los turistas (sin pagar entrada, es la principal y tal vez única diferencia). Así pues, como habréis comprendido, hacemos como todos los demás y serpenteamos la famosa zona de calles y edificios multicolores. Aunque aquí todo sea artificio, lo de los colores es verdad en la totalidad del barrio y se debe a los numerosos inmigrantes italianos que, durante la 1ª mitad del siglo XX, pintaron el barrio de casas de hojalata para alegrar el ambiente: cruzamos bailarinas de tango que intentan agarrarte del brazo para inmortalizar el momento con la música omnipresente gracias a altavoces sabiamente orientados (aquí nació el Tango Argentino), vendedores de souvenirs y otras tiendas al servicio del consumidor, sin olvidar a policías de mirada atenta. Como a nosotros no nos va mucho esto, en cuanto podemos intentamos alejarnos dirigiéndonos al mítico (éste sí) estadio del Boca Junior, antro del famoso equipo del mismo nombre, que ha visto pasar monstruos como Diego Armando Maradona, alias el Pibe de Oro.
Después de estas emociones, saltamos en un taxi (nuestro primero) y llegamos al segundo barrio previsto en nuestra visita: San Telmo. El barrio en sí cambia mucho del Centro (donde está nuestro albergue). Los edificios, de tamaño más humano, son en su mayoría antiguas casas coloniales en mejor o peor estado. Pero en mitad del gentío es difícil percatarse. Efectivamente, el domingo es día de venta de antigüedades en el barrio y la densidad de población triplica a la normal. Como, además, son las horas de máximo calor y que el hambre empieza a hacerse sentir, nos metemos a comer en un restaurante aconsejado por el guía. Dentro asistimos al cumpleaños de un chavalín de 2 años y como Sophie se propone fotografiar a la familia en su completo, nos invitan a compartir el pastel con ellos. Muy lindos los argentinos. Salimos, y hacemos camino por la "calle defensa", en el mercado más largo que jamás he visto. Llegamos al hostal con los pies hechos polvo…
El lunes nos proponemos calmar el ritmo en el Barrio de Palermo, conocido por sus numerosos parques, zoo, jardín botánico y otro japonés que parece merecer la pena. Probamos la comida a la moda y algo experimental en un restaurante del guía, y nos hacemos una siesta el parque. Se nos hace un poco tarde para ir al jardín japonés, así que volvemos hacia el centro diciéndonos que aprovecharemos mejor del barrio a nuestra vuelta a Buenos Aires…
Y ya estamos a hoy. Encontramos los billetes para posadas, salimos a almorzar y empezó a llover, una gotitas para despedirnos, que refrescan el alma y tal vez nos digan, quién sabe, “hasta pronto”…